El Zanate

Sombra fugaz, escurridizo velo.
Plumaje fluido y terso,
pulido como un verso.
Astilla de obsidiana,
refulgencia insolente de azabache
bruñida por el sol de la mañana.
Fósil fragmento de carbón,
en rescoldos aún,
en tus ojos de bronce.
Grafito que te dibujas en el vuelo
sobre pizarra diáfana del cielo.
Rompes el alba con loca algarabía
y despides la tarde
derrochando alegría.
Espejo tornasol y diamantino,
eres abuelo, pero ágil y vivaz
como un muchacho campesino.
Llegaste primero que nosotros
a la faz del planeta.
Y cuando ni siquiera
indicios en la tierra haya de gente,
seguirás en tu vuelo,
indiferente.

Por. Profr. Juan Manuel Gómez Encarnación

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